Corea del Sur aparta del poder a la presidenta

Park Geun Hye está envuelta en un escándalo de corrupción tras la detención de una confidente

Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
La Asamblea Nacional en Seúl ha aprobado este viernes la destitución de la presidenta Park Geun-hye por su implicación en un novelesco escándalo de corrupción en torno a su amiga Choi Soon-sil, apodada como “la Rasputina surcoreana”. Park ha quedado automáticamente suspendida en sus funciones, a la espera de que el Tribunal Constitucional decida la legalidad de la moción de censura. Hasta entonces quedará al cargo el primer ministro, Hwang Kyo Ahn.


La moción de los principales tres partidos de la oposición, a la que se sumaron docenas de legisladores del propio partido de Park, el conservador Saenuri, acusaba a la presidenta de una gama de delitos y violaciones de la Constitución que llegaban desde el abuso de poder a no haber protegido como debía las vidas de los ciudadanos. La propuesta de destitución logró 234 votos, 34 más de los 200 que necesitaba para salir adelante. Únicamente se pronunciaron en contra 56 diputados.

El Tribunal Constitucional puede tardar hasta seis meses en decidir si ratifica la destitución. Una etapa en la que continuará la inestabilidad política que vive el país desde el estallido del caso en octubre. Hwang, un antiguo fiscal, nunca ha sido elegido en las urnas, pero deberá afrontar desafíos como el programa militar norcoreano, la presión china contra el escudo antimisiles estadounidense THAAD que Corea del Sur tiene previsto desplegar en su territorio o el auge mundial del proteccionismo.

En una declaración inmediatamente después de la votación, Park reiteró la posición que ha mantenido durante todo ese escándalo. Pidió disculpas por haber “creado este caos nacional con mis descuidos”, pero no reconoció haber cometido falta alguna.

La destitución culmina un escándalo que ha dejado la popularidad de la presidenta en los niveles más bajos jamás registrados en Corea del Sur, en torno al 5%. Durante los últimos dos meses cada fin de semana los ciudadanos se han lanzado a las calles en manifestaciones masivas para exigir la marcha de la jefa de Estado. El pasado sábado en Seúl, según los organizadores, participaron en la concentración 1,7 millones de personas, que llegaron hasta pocos metros de la Casa Azul, la residencia presidencial.

En el eje de la polémica se encuentra Choi, confidente íntima de Park y acusada de haber utilizado sus lazos con la presidenta para obtener tratos de favor en diversas instituciones y, sobre todo, cerca de 70 millones de dólares en “donaciones” de algunas de los principales conglomerados del país. Aunque ese dinero tenía en teoría como destino dos fundaciones sin ánimo de lucro que ella dirigía, Choi está acusada de haberse embolsado una parte.

A medida que se desvelaba el caso se ha ido sabiendo que Choi, de 60 años y que nunca ha ocupado ningún cargo público, tuvo acceso a documentos clasificados y participó en la redacción de discursos oficiales de la presidenta.

Choi es hija del predicador Choi Tae-min, que desde los años 70 y hasta su muerte en los 90 ejerció una influencia sobre Park de naturaleza poco clara. Al parecer Choi, cabeza de una secta conocida como la Iglesia de la Verdad eterna, había asegurado a la joven que él podría ponerla en contacto en el más allá con su madre, muerta en un atentado. Un cable de la Embajada estadounidense de 2007 filtrado por Wikileaks indicaba que “abundan los rumores de que el fallecido predicador tuvo un control completo sobre el cuerpo y el alma de Park durante los años de formación de ésta y que sus hijos acumularon, como resultado, una enorme riqueza”.

El mandato de Park, hija del expresidente Park Chung-hee (1961-1979), expiraba a finales de 2017. Si el Tribunal Supremo ratifica su destitución, se convocarán elecciones anticipadas, que deberán celebrarse en un plazo de 60 días a partir de entonces.

El caso, con su grotesca mezcla de melodrama, intriga política y superchería, ha tocado fibras muy sensibles en Corea del Sur. Lo de menos son las acusaciones de corrupción, algo a lo que los surcoreanos están relativamente acostumbrados: todos los presidentes de la era democrática han afrontado investigaciones por corrupción tras dejar el poder y uno de ellos, Roh Moo-hyun, se suicidó cuando las acusaciones salpicaron a su familia.

Lo que verdaderamente ha consternado a los surcoreanos de a pie es constatar hasta qué punto su presidenta se había puesto en manos de su confidente para tomar todo tipo de decisiones: desde las más frívolas, como la ropa que ponerse, hasta cuestiones de Estado.

La extraordinaria influencia de Choi ha sorprendido tanto más cuanto Park, un personaje público toda su vida, había cultivado cuidadosamente una imagen de política incorruptible. La “princesa de hielo” surcoreana, una mujer de carácter distante, no mantenía contacto con sus hermanos, supuestamente para evitar acusaciones de favoritismo. Tampoco se casó nunca: “Quiero dedicarme por entero a la nación y al pueblo”, había prometido durante su campaña presidencial de 2012.

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