Trump declara la guerra a los medios de comunicación

Mantiene el tono combativo de la campaña en su primera jornada completa como presidente

Marc Bassets
Joan Faus
Washington, El País
Donald Trump cargó este sábado contra la prensa en su primera comparecencia pública como presidente de Estados Unidos. Lo hizo entre aplausos, en un territorio sagrado para los servicios de inteligencia estadounidenses: la sede de la CIA, frente al muro de mármol donde están grabadas 117 estrellas en memoria de los empleados de la agencia de espionaje muertos en acto de servicio. El nuevo comandante en jefe, que hace unas semanas comparó las prácticas de la CIA con las de la Alemania nazi, acusa a los medios de dar la impresión de que existe un enfrentamiento entre él y los espías estadounideneses. La ofensiva de Trump y su portavoz contra la prensa tuvo lugar el mismo día en que decenas de miles de personas se manifestaron contra él en las calles de Washington, en un reflejo de la polarización que vive el país al inicio de su mandato.


"Estoy con vosotros en un 1.000%. El motivo por el que sois mi primera visita es que estoy embarcado en una guerra con los medios. Están entre los seres humanos más deshonestos de la tierra", dijo Trump, que alternó el tono jocoso con el combativo. Entre el público se oían risas. El presidente acusó también a la prensa de mentir sobre la modesta cifra de asistencia a la jornada inaugural, y criticó, citando por su nombre, a un periodista de la revista Time que erróneamente había afirmado que Trump retiró un busto de Martin Luther King del Despacho Oval.

Unos minutos después, en una comparecencia sin preguntas, el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, mantuvo la ofensiva contra los periodistas. Denunció que "algunos miembros" de los medios de comunicación dieron "noticias falsas" durante la toma de posesión de Trump y advirtió de que "rendirán cuentas". Y habló de una manipulación intencionada de la cifra de asistentes a la investidura presidencial del viernes.

La visita de Trump a la CIA no era un mitin en Iowa o Pensilvania, ni una tertulia de una radio conservadora, aunque por el tono lo pareciese. Era su primera jornada completa como presidente de la primera potencia mundial, pero parecía que la campaña electoral no hubiese terminado: las mismas palabras, los mismos ataques.

Por si el discurso apocalíptico y virulento del día anterior, en el marco solemne de la inauguración presidencial, había dejado dudas, en la sede de la CIA en Langley (Virginia) quedó del todo claro que el Trump presidente es igual que el Trump candidato. No quiere ser un político al uso —ganó las elecciones precisamente con la promesa de acabar con usos políticos tradicionales— ni respetar las normas no escritas que han reglamentado el comportamiento de los líderes de este país desde hace siglos. Los ataques a los medios de comunicación, identificados por él y muchos conservadores con las élites progresistas, son un recurso constante y eficaz en sus discursos.

No hay que buscar demasiado en las hemerotecas para descubrir que, en contra de lo que Trump afirma, sí se ha enfrentado a los servicios secretos de EE UU desde que el 8 de noviembre ganó las elecciones presidenciales ante la demócrata Hillary Clinton.

En diciembre se publicó que la CIA veía la mano del presidente ruso, Vladímir Putin, detrás de la interferencia rusa en favor de Trump durante la campaña. La respuesta de Trump consistió en descalificar a la CIA y recordar sus errores con las inexistentes armas de destrucción masiva en Irak.

El choque se recrudeció cuando a principios de enero se filtró que la CIA y otras agencias de inteligencia habían entregado a Trump un informe con rumores no corroborados sobre una supuesta grabación sexual del nuevo presidente en Moscú. Trump reaccionó en la red social Twitter, su plataforma predilecta para comunicar sus opiniones. “Las agencias de inteligencia no deberían haber permitido que estas ‘noticias falsas’ se filtraran al público. ¿Vivimos en la Alemania nazi?”. Al día siguiente, en una rueda de prensa, dijo: “Era algo que la Alemania nazi habría hecho, y hacía”.

Comparar a los propios espías —los que, desde el 20 de enero, él dirige—con un régimen criminal y totalitario que perpetró el Holocausto fue, además de una frivolización de la historia, un insulto que difícilmente podría haberse imaginado nunca en boca del presidente de una vieja democracia como la estadounidense.

“Diles a las familias de estos 117 funcionarios de la CIA a los que se recuerda en el muro del honor que sus seres queridos, que dieron sus vidas, son comparables a los nazis”, dijo el director saliente de la CIA, John Brennan, a The Wall Street Journal. “Me pareció muy repugnante, y siempre defenderé la integridad y el patriotismo de mis funcionarios que han hecho tanto durante años para sacrificarse por sus conciudadanos”.

En la sede de la CIA, Trump afirmó falsamente que él se había opuesto a la invasión de Irak de 2003, y añadió: "Si nos hubiésemos quedado con el petróleo, no habríamos tenido al ISIS, porque así es como hacen dinero, así que nos habríamos tenido que quedar con el petróleo. Quizá tengamos otra oportunidad"


Visión sombría

En su primer día completo como presidente, EE UU digiere el discurso inaugural de Trump. En su editorial de este sábado, el diario The New York Times esgrime que es una reevaluación “distorsionada” de la historia estadounidense en que se ignoran las injusticias del pasado y los logros más recientes. En la mísma línea, The Washington Post argumenta que proyectó una visión pesimista y oscura que no coincide con la realidad del país.

En el discurso se percibe la influencia de Steve Bannon, el estratega jefe de Trump que presidía una publicación de referencia para la derecha más radical estadounidense. “Fue una declaración sin adornos de los principios básicos de su movimiento populista y en parte nacionalista”, dice Bannon en una entrevista al Post.

El asesor ve paralelismos con la retórica del expresidente Andrew Jackson (1829-1837). E insta a compararlo con el discurso que dio esta semana en el foro de Davos el presidente chino, Xi Jinping, que, en contraste con Trump, se presentó como el líder mundial de la globalización y el libre comercio. “Verás dos visiones diferentes del mundo”, dice Bannon.

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